Conoce el curioso origen de la palabra "idiota"

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La palabra “idiota” viene del griego ἰδιώτης (idiotes), y originalmente no correspondía a un adjetivo irrespetuoso, despectivo ni se utilizaba con fines de insultar. Tampoco está relacionado con las capacidades o inteligencia de una persona.

Esta palabra se usaba para referirse a alguien promedio o un ciudadano privado, a diferencia de un erudito o alguien que actuaba a nombre del estado u ocupaba algún cargo público.

Pero como los griegos valoraban mucho la participación cívica, reconociendo que sin ella la democracia colapsaba, se esperaba que todos los ciudadanos estuvieran interesados, integrados y conscientes ante asuntos públicos.

Mantenerse al margen de la vida pública era signo de ignorancia, falta de educación, desinformación, de abandono del deber. Quien no contribuía en los debates, declaró Pericles, el gran estadista de Atenas, era considerado «no como falto de ambición sino como absolutamente inútil”.

Es en ese contexto que, con el tiempo, idiṓtēs comenzó a adquirir una connotación negativa, y a transformarse en un término de reproche y desdén.

De la política a la medicina

Si bien la palabra “idiota” se empleaba en el contexto de la nula participación en temas politicos de una persona, esta connotación se trasladó al latín y otras lenguas en el siglo III.

Con el tiempo, esta connotación cambió y, a principios del siglo XX, psicólogos franceses crearon pruebas de inteligencia. 

Estas pruebas llevaron a clasificar a las personas según su coeficiente intelectual (CI), designando a quienes tenían un CI inferior a 70 como «idiota», entre 3 y 7 como «imbécil», y entre 7 y 10 como «débil mental». Posteriormente, estos términos se consideraron ofensivos y fueron retirados de la terminología médica en algunas culturas.

En español, «idiotismo» o «idiocia» aún se utiliza para describir un trastorno profundo de las facultades mentales, ya sea congénito o adquirido en la infancia.